PONENCIA DE LA CONFERENCIA DE MILITANTES CELEBRADA EL DOMINGO 1 DE JUNIO SOBRE EL USO DE LA I.A. DESDE LA MIRADA DEL ANARQUISMO
Aviso a navegantes: en este artículo intento tanto ser riguroso como meter el dedo en la llaga lo máximo posible, mezclando la formalidad con la macarrería, con el objetivo de hacer que la gente no solo piense, sino que actúe en consecuencia, porque así es como entiendo el anarquismo y el punk.
Desde hace unos años estamos viendo cómo, poco a poco, se ha instaurado un nuevo elemento en nuestra vida cotidiana: la inteligencia artificial (I.A.). Una tecnología que, como concepto, no es nuevo, sino que lleva desarrollándose desde principios/mediados del siglo XX, época durante la cual el interés residía en estudiar y comprender cómo el cerebro recibe información y la procesa, analiza y aplica con el objetivo de replicarlo de manera artificial, desarrollando máquinas, lenguajes de programación, sistemas de computación, etc., e ir más allá de los límites de lo humano.
Como consecuencia, las personas que se dedican a expresar sus sentimientos e ideas de manera creativa (comúnmente denominadas artistas), especialmente en la literatura y el cine, hicieron verdaderos esfuerzos por alertarnos de las exponenciales implicaciones y peligros que supondría la creación de una I.A. avanzada: Isaac Asimov escribió sus Historias de Robots (1940-1995), donde establece las tres leyes de la robótica y los dilemas morales que provocan; Frank Herbert nos habló en la saga Dune (1965-1985) de una futura Yihad Butleriana: una guerra que destruyó y prohibió cualquier computadora que imitase al cerebro humano; Stanley Kubrick en 2001: Una Odisea en el Espacio (1968) creó a HAL 9000, una I.A. con instinto asesino; las hermanas Wachowski en la saga Matrix (1999-2021) alertaron del peligro de que la I.A. esclavizase a la humanidad; etc.
Ejemplos hay muchos, demasiados. ¿Hemos hecho caso de las advertencias? No. Hay quien dice que las historias de ciencia ficción acaban prediciendo el futuro, sin embargo, yo creo que lo que consiguen es dar ideas a ciertas mentes enfermizas que hacen caso omiso de los avisos y buscan realizar sus sueños de grandeza siendo capaces de hacer realidad las pesadillas que fueron plasmadas en la cultura popular. O, quizá, son simplemente las consecuencias lógicas y aceleracionistas del capital, quién sabe.
No obstante, no es necesario recurrir a la ficción para ver las consecuencias catastróficas de la existencia de la I.A., porque ya las estamos sufriendo en el mundo real, solo que con aplicaciones que no se habían imaginado en el pasado: respuestas erróneas y desinformación en chatbots y motores de búsqueda; creación de audios, fotografías y vídeos falsos (suplantación de identidad, estafas, acusaciones falsas, deepfakes sexuales, etc.); bots en redes sociales; manipulación de elecciones; reconocimiento facial y de patrones de movimiento en cámaras de vigilancia; sesgos machistas y racistas en el análisis de perfiles e información; tecnología militar de identificación y neutralización de objetivos (en esta noticia se explica, además, cómo empresas como Google o Microsoft comparten datos de sus sistemas de I.A. con ejércitos y agencias de inteligencia), etc. ¿Sigo?
Y, por contra, ¿qué usos de la I.A. se nos ofrece al populacho? Filtros para la cara en Instagram, poder pedirle a ChatGPT que nos haga la tarea o nos ayude a resolver nuestros problemas, o crear imágenes imitando el estilo de dibujantes sin su consentimiento. Mientras las empresas y los gobiernos miran y controlan el mundo real, nosotrxs admiramos las sombras que este proyecta. Mientras ellos conquistan la luna, nosotrxs nos quedamos mirando el dedo. Utilizad las metáforas que queráis, el caso es que, dicho mal y pronto, la tecnología que permite ponerte la máscara de Batman en Instagram es la misma que usan las agencias de inteligencia para el reconocimiento facial. Mientras te diviertes en tu casa creando fotos chorras, los servidores que lo hacen posible drenan los recursos hídricos de la población. Pero los dispositivos que compras tienen baterías cuyos componentes se extraen de las minas de coltán de África Central; pero la carne que consumes proviene de macrogranjas que explotan a los animales en condiciones insalubres; pero la camiseta que llevas la han cosido niñxs en Pakistán, etc. Sí, sí y sí. Precisamente todo eso y más es contra lo que luchamos. Cada persona, desde la esfera individual a la organización colectiva puede realizar acciones encaminadas a combatir estas realidades. Cada persona, según sus condiciones personales, sociales y económicas (condiciones políticas, en definitiva) puede contribuir de una manera u otra (de cada cual según su capacidad a cada cual según su necesidad). El caso es que todo el mundo puede elegir, sin casi ningún esfuerzo, no usar herramientas de I.A. Ya no es cuestión de capacidad, sino de mera consciencia y voluntad.
Volviendo al tema de las imágenes generadas con I.A. (extensible también a la literatura y la música) me gustaría aclarar que no pretendo defender la propiedad privada de las obras creativas, sino criticar precisamente cómo, a través de la I.A. generativa, las empresas se valen de la fuerza de trabajo de la clase trabajadora, alienándola del fruto de su esfuerzo, robándolo y explotándolo sin consentimiento ni retribución, para generar beneficios a un coste reducido, relegándola, además, al desempleo.
Siendo más concreto, de un tiempo a esta parte, he visto cómo distintos medios anarquistas o afines utilizan la I.A. generativa para crear imágenes de portada, carteles o folletos (por favor, que la calidad es malísima) cuando hay mucha gente en nuestras filas que sabe dibujar o ilustrar (¿cómo se las apañarían en el siglo pasado para hacer propaganda sin I.A.?). ¿Por qué me parece erróneo que se utilice la I.A. en el entorno anarquista? Porque el anarquismo no es una serie de ideales que pintamos en las paredes de los baños, ni tampoco es enarbolarnos con iconografía clásica para esconder nuestra nula acción práctica. El anarquismo, aparte del mundo al que aspiramos, aparte de la manera en la que nos relacionamos (o deberíamos hacerlo) es una cosmovisión del mundo a través de la cual podemos identificar las relaciones de poder y subordinación que empapan todas las esferas de la vida (relaciones personales, educación, economía, estado, urbanismo, etc.) para combatirlas. Por tanto, la I.A. no esta exenta de ser analizada a través de este prisma. Es más, el anarquismo no solo parte del antiautoritarismo, sino también del humanismo. En este sentido, el uso de la I.A. mata la creatividad y el tejido social, provocando lo que comúnmente se denomina deshumanización: contarle tus problemas a ChatGPT en vez de a tus seres queridos o a tu círculo social te aísla del mundo y te impide recibir respuestas humanas y reales a problemas humanos y reales, te impide crear o mantener una red de apoyo que es, en definitiva, lo que nos salva, aunque sea un poquito, del desastre. Usar la I.A. para hacer imágenes o carteles es renunciar a nuestra preciosa capacidad inherente de plasmar el mundo y nuestras ideas de manera visual (o de aprender hacerlo). Pedirle a ChatGPT que te diga cómo responderle a tu amigx ante un determinado conflicto implica perder la capacidad de analizar nuestras emociones y tener empatía con las demás personas, lo que construye, probablemente, los cimientos de la base de nuestra subsistencia: el entendimiento y la cooperación (apoyo mutuo).
Distinto es, sin embargo, a mi parecer, el uso de la I.A. en el entorno laboral, donde nos puede ayudar a realizar tareas tediosas y repetitivas, que no requieren creatividad, reduciendo nuestra carga de trabajo. Distintas son, también, las I.A. aplicada a los avances médicos y científicos, por medio de la cuales se pueden realizar análisis, procesamiento de datos y demás operaciones con una capacidad superiores a la de un ser humano convencional. En definitiva, usar la I.A. para mejorar las condiciones de vida de las personas. Aplicación que, no obstante, requiere también un ejercicio de mirada crítica. A pesar de todo, no es mi intención posicionarme en contra de los avances tecnológicos que puedan ser verdaderamente beneficiosos, sino precisamente criticar aquellos avances que se nos venden como beneficiosos pero cuyo fin, en realidad, es engrasar la máquina del capital a la vez que nos separa de aquellos ideales y prácticas que precisamente nos permiten construir una alternativa.
P.D.: La imagen de portada es de la película Alien (1979) de Ridely Scott. En ella se ve a la teniente Ellen Ripley (Sigourney Weaver), en el centro de control de MU-TH-UR 6000 (Madre), una inteligencia artificial encargada de monitorear la nave (USCSS Nostromo). En última instancia, la prioridad de esta I.A. (junto con su homólogo Ash, el oficial técnico robot) es defender los intereses de la empresa Weyland-Yutani, aunque ello suponga consecuencias fatales para su tripulación. Este es un ejemplo poco comentado en la temática de la I.A. en el cine, pero su análisis sobre el papel que juega la inteligencia artificial en la relación usuario(trabajador)-empresa es tremendamente revelador.